Los mares de Colombia se ‘ahogan’ en basura

May 2015

Según la Armada, desde la orilla se arroja el 80 % de los desperdicios. Crónica de Juan Gossaín.

Ayer fue un colchón entero el que pasó flotando. Hoy veo una nevera de icopor que se mece en el oleaje. Mientras camino por la playa, me pongo en el sufrimiento de contabilizar la cantidad de basura que navega tranquilamente al vaivén del mar. Una gaviota, que vuela a poca altura buscando comida, está a punto de estrellarse contra la bendita nevera.

A golpe de ojo, hago un inventario de la calamidad: la suela de caucho de un zapato deportivo, dos muñecas despedazadas, bolsas de papas fritas, botellas de refrescos, una lata de maní, una silla de pasta, vasos transparentes, empaques que no se degradan, bandejas desechables. Plástico. Plástico. Plástico por todas partes.

No se salva ni la hermosa casa de veraneo a la que el Presidente de la República invita a sus huéspedes ilustres.

Frente a la casa, la corriente arrastra unos envases hechos con espuma química, derivada del petróleo, que es indestructible en el agua y causa la muerte de especies menores, como ostras y camarones.

Al otro lado, una lancha se detiene y apaga los motores. Los tripulantes arrojan al mar los residuos de combustible que quedaban en sus tanques. Junto a ellos pasa una embarcación de turistas felices. Suena la música rumbosa. Los paseantes que recorren la orilla, haciendo ejercicio a esa hora en que empieza a caer la sobretarde, siguen charlando como si no pasara nada.

Son los mismos buenos ciudadanos que bloquean calles y carreteras cuando la señal de televisión se les va por dos días, pero a quienes los tiene sin cuidado lo que está pasando en el mar. Nadie protesta. Nadie alza la voz. Nadie se inmuta. Ni nativos ni turistas.

El gran basurero

Las investigaciones hechas por la Armada Nacional, que son las más confiables de Colombia, indican que desde la orilla se arroja el 80 por ciento de los desperdicios que arrastra el mar. Buena parte de ellos llega por la desembocadura de los ríos. El otro 20 por ciento lo lanzan desde barcos, lanchas y canoas.

Ya no se sabe si son peores los residuos sólidos o los líquidos: detritos de las letrinas, bazofia química de las fábricas, ácidos y otras porquerías de la minería ilegal. Como si faltaran más detalles para semejante monstruosidad, se ha establecido que el 60 por ciento de la basura que los colombianos lanzan al mar es de origen plástico.

El drama afecta ya tanto al Pacífico como al Atlántico. En ambos océanos, desde La Guajira hasta Buenaventura y Tumaco, pasando por el Chocó, se está acabando la pesca artesanal, que es el sustento diario de la gente, y las tortugas se extinguen porque consumen despojos industriales como si fueran comida, especialmente al confundir las bolsas plásticas con su alimento preferido: la medusa, que en el Caribe se conoce con el nombre típico de ‘aguamala’.

Los animales muertos

Hace apenas dos años, en un paraje del Caribe cordobés, llegando a los límites con Antioquia, hubo una mortandad de animales marinos. Las ostras se pudrían bajo aquel sol implacable. Los peces llegaban boqueando a la playa y allí morían. Fueron víctimas de los pesticidas químicos arrastrados por caños y arroyos. Una nube de moscas volaba sobre ellos. Al cabo de unas cuantas horas, la pestilencia era insoportable en pueblos y caminos.

La muerte no es la única tragedia. Los biólogos reportan, además, que en los dos océanos colombianos se han encontrado numerosos animales que sobreviven mutilados por cuerdas y pedazos de plástico, o por láminas de metal que se hunden con el oleaje.

No quiero hablar de la horrenda tragedia que está ocurriendo en las islas del Rosario, afuera de Cartagena, donde se extinguen los corales del fondo del mar. Los corales son unos animales de colores brillantes que parecen flores y se crían en el piso del agua. Los únicos que se han ocupado del caso son unos muchachos, estudiantes universitarios, que llegan por allá con el morral al hombro, luchando como verdaderos apóstoles.

Protegemos un 2 %

Este año caerán a los océanos del planeta Tierra más de siete y medio millones de toneladas de basura. Japón, que lo hace en un 70 por ciento, es el país del mundo que más protege sus mares. Estados Unidos, con todo su dinero y su tecnología, apenas llega al 20 por ciento. (Ello se debe a que las empresas gringas tienen más poderío político que la naturaleza).

La situación en América Latina es catastrófica: el promedio de protección costera, en todo el continente, solo llega al 5 por ciento. Pero los colombianos, ni eso: solo cuidamos el 2 por ciento. Vergüenza debería darnos.

Cerca de Barranquilla, en los legendarios parajes de Puerto Colombia, por donde entraron al país las grandes oleadas de inmigrantes, la erosión ha devorado kilómetros de playa. Por allí mismo, en el balneario de Salgar, los pobladores piden ayuda urgente porque ya no resisten la contaminación de aguas negras que desembocan en el mar.

Sábalos y ballenas

A propósito de la región latinoamericana, en países como Uruguay y Argentina los investigadores han encontrado tumores cancerígenos en el organismo de algunos peces, entre ellos el sábalo. La conclusión es contundente: esos tumores son causados por los despojos químicos que desaguan las fábricas.

El 90 por ciento de la basura que la humanidad arroja al mar es de origen plástico. Su consumo está provocando la deformación orgánica de varias especies marinas, como peces y gaviotas. Y esos daños ya empiezan a transmitirse también al organismo humano a través de la comida.

Uno de los dramas más patéticos es el de las ballenas. En el Pacífico lejano han confirmado que la ballena se come los desperdicios plásticos porque, al igual que la tortuga, los confunde con su alimento. Dura un mes entero paralizada de dolor y, como no puede moverse, finalmente se muere de hambre, emitiendo unos lamentos desgarradores.

De manera, pues, que los seres humanos, que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, estamos matando a los sábalos con cáncer y a las ballenas de hambre. Supongo que Dios está avergonzado de su criatura.

Islas de basura

Un fenómeno ha empezado a acentuarse en las últimas décadas: las islas de basura que están apareciendo en diferentes lugares. La más grande de ellas fue descubierta hace unos cuantos meses, cerca de Hawái, y en pocos años su tamaño será mayor que todo el continente europeo. Lo que ocurre es que los residuos plásticos, cuando se mojan, tienden a compactarse y se juntan unos con otros. Como si nos faltaran más quebraderos de cabeza.

Colombia no está a salvo de esa nueva desgracia. La periodista Leonor de la Cruz escribió, en el diario El Heraldo, que frente a las playas de Santa Verónica, en proximidades de Barranquilla, se está formando un islote de basura y arena. Los vecinos de esa región han advertido que la línea del litoral está cambiando de forma. Pero nadie les hace caso.

Al otro costado del país sucede un fenómeno similar. En algunas poblaciones costeras de Nariño y el Valle del Cauca, en el Pacífico, están surgiendo esos islotes espontáneos de basura. Las gentes más pobres, buscando un pedazo donde vivir, empiezan a ocuparlos para construir sus ranchos. Cuidado con esos suelos deleznables. Con solo pensar en lo que puede pasar allí se me eriza la piel.

Epílogo

Los colombianos vivimos orgullosos, y así lo hemos pregonado toda la vida, por ser el único país de Suramérica que tiene costas sobre los dos grandes océanos. Les echamos vainas a los vecinos. Nos ufanamos de ello en la escuela.

Pues de aquí en adelante, con el mismo orgullo falso, deberíamos reclamar también el récord mundial de ser el único país que ha acabado, simultáneamente, con los dos océanos.

A esta hecatombe no le caben pañitos de agua tibia ni decretos de adorno que nadie cumple. Se nos está agotando el tiempo para que el Estado tome medidas rigurosas y ejemplares. Hay que sancionar con severidad a los ciudadanos que arrojan inmundicias al mar, pero sobre todo a las grandes empresas que le echan sus desperdicios industriales, ácidos y plásticos, pesticidas, pedazos de hierro, desechos de pasta.

Neruda estaba dolorosamente equivocado: el mar ya no es la piel del universo. Ahora es su basurero. Si no fuera porque esa palabreja es tan poco poética, yo diría, con el perdón de Neruda y el de ustedes, que el mar se ha convertido en el inodoro del universo.

 

JUAN GOSSAÍN
Especial para EL TIEMPO

Tomado de http://www.eltiempo.com

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